“El nombre de la virgen era María” – ¿Por qué celebrar la Natividad de Nuestra Señora?

¡Augusta Reina!

“Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Diós: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Dios. Y le inspirará en el temor de Dios” (Is 11, 1-3a)

Celebremos con cariño la Navidad de la Madre de Dios. Hoy es el nacimiento de María, la Virgen santa, por medio de la cual Jesucristo vino a los fieles trayendo la salvación.

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El misterio festejado con la Natividad de María no se encierra en la Madre, sino en el Hijo. Pues, según el papa San Pablo VI, apoyado en los testimonios de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres, y recordados en la Constitución Dogmática Lumen Gentium:

“María, Madre de Dios y Redentor , le ha estado unida por un vinculo estrecho e indisoluble, y que ha tenido una singularísima función… en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo Místico, esto es en la economía de la salvación, aparece evidente que la Virgen, no tan solo como Madre santísima de Dios, que tomo parte en los misterios de Cristo, sino también como Madre de la Iglesia, justamente es honrada por la Iglesia con especial culto, singularmente litúrgico.” (Papa San Pablo VI, Signum Magnum)

Por tanto, el sentido de la fiesta mariana celebrada hoy se encierra en la predestinada unión del Verbo con la carne. “Pero era absolutamente necesario para el esplendor y la evidencia de la venida de Dios a los hombres una introducción gozosa, anticipando para nosotros el gran don de la salvación.” (cf. los Sermones de San Andrés de Creta, Oratio 1).

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“María es el primer esplendor que anuncia el final de la noche y, sobre todo, la cercanía del día. Su nacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa, tierna y compasiva del amor con que Dios se inclina sobre nosotros y nos llama a una alianza maravillosa con Él, que nada y nadie podrá romper”, dijo el Papa Francisco en una homilía del 8 de septiembre de 2017.

Elevemos así una gran alabanza a Cristo con nuestros corazones alegres, en esta fiesta de María, la Madre de Dios altísima. Que Ella interceda por todos nosotros junto a Jesús.

¡Todo por Jesús nada sin María!