“La conversión es algo instantáneo. La santificación es obra de toda vida” (ESCRIVÁ, 285). “Empezar es de todos; perseverar, de santos. Que vuestra perseverancia no sea una consecuencia ciega del primer impulso” (ESCRIVÁ, 983).
La perseverancia es una virtud derivada de la virtud cardinal de la fortaleza con respecto a la acción o dimensión de la fortaleza de Dios para soportar cosas difíciles, como las pruebas que nos envía y la persecución, para enfrentarlas y resistirlas, luchando y sufriendo hasta el final, sin ceder al cansancio, al desaliento y a la indolencia (cf. CCE 1808; FAUS, pág. 94; TANKEREY 1077 y 1093). Podría definirse como “persistencia en el ejercicio de obras virtuosas a pesar de la dificultad y cansancio derivados de su retraso en el tiempo” (SANTI).
Santo Tomás enseña que es propio de la perseverancia “persistir” en el bien que comenzamos, sin abandonar la lucha por la dificultad de la “duración”, ya que el esfuerzo es prolongado, cansado, monótono y, por lo tanto, impaciente (cf. FAUS p. 94). Este Santo Doctor añade que “persistir largamente en un bien hasta su consumación constituye una virtud especial” y que “la perseverancia es una virtud especial a la que es propio, en estas u otras obras virtuosas, persistir diariamente, según sea necesario” (AQUINO, II-II, q.137, a.1). Añade que “la perseverancia es digna de alabanza por hacernos no abandonar un bien que nos obliga a sufrir dificultades y trabajo diurno” (AQUINO, II-II, q.138, a.1).
Virtud gemela de la perseverancia relacionada con la persistencia en el bien, sin rendirse cuando aparecen obstáculos inesperados (cf. FAUS p.94). Por lo tanto, es usual hablar de constancia a la hora de superar la tentación de abandonar el esfuerzo ante la aparición de un obstáculo concreto” (SANTI).
Santo Tomás aclara perfectamente sobre estas virtudes, la relación entre ellas y su importancia: “la perseverancia y la constancia tienen el mismo fin, porque ambas nos hacen persistir firmemente en el bien; pero difieren según las dificultades que nos hacen superar en nuestro camino para persistir en el bien. Así, la virtud misma de la perseverancia nos hace persistir en el bien, superando las dificultades derivadas de la prolongada duración del acto; mientras que la constancia nos hace persistir en el bien superando las dificultades de cualquier obstáculo externo. Donde, la parte más importante del coraje es la perseverancia y no la constancia; porque la dificultad que surge de la diuturnidaddel acto es más esencial para el acto de virtud que para el resultado de obstáculos externos”. (AQUINO, II-II, q.137, a.3)
La perseverancia, como todas las virtudes infundidas, necesita el don de la gracia habitual y, para que dure hasta el final de la vida, manteniéndonos en el bien, necesita la ayuda gratuita de Dios. Esta gracia se alcanza y este don de Dios se obtiene a través de la oración, pidiendo con insistencia, en unión con Cristo y a través de la intersección de la Virgen fiel. Como enseña nuestro Siervo Fundador, Pe. Alexandre Paciolli, iCM, la perseverancia es un don de Dios del Cielo, y sólo por el poder del Espíritu Santo somos capaces de llevar los planes de Dios día tras día para nosotros (cf. AQUINO, II-II, q.137 a.4; Meditatios Pe. Alexandre Paciolli, iCM 25ABR19 y 01FEV21; y TANKEREY 1094).
El Catecismo también enfatiza la importancia de esta virtud para la elevación y purificación de todas las virtudes humanas, al enseñar que estas virtudes se adquieren por educación y actos deliberados, siendo purificadas y elevadas por gracia por una perseverancia siempre renovada con esfuerzo. También nos recuerda que el don de la salvación, traído por Cristo, nos concede la gracia necesaria para perseverar en la conquista de las virtudes (cf. CCE 1810-1811; FAUS, Gorras. 15 y 16).
(cf. CCE 162, 1821, 2016, 2726, 2728 y 2742-2745; SACRIFICIO, 100, 101 y 927; Meditatios Pe. Alexandre Paciolli, iCM 27NOV18 y 25ABR19; y El Camino de la Luz, Capítulo 9)
Para perseverar en la fe hasta el fin, debemos alimentarla con la Palabra de Dios, con la oración, e implorar al Señor que la aumente. Debemos esperar, con la gracia de Dios, la máxima perseverancia y alcanzar el gozo del cielo como recompensa eterna de Dios, por las buenas obras hechas con su gracia, pero no desanimarnos por la aridez, las penas, los sufrimientos, las cruces, los orgullos, las decepciones por no tener nuestras voluntades y planes cumplidos o las oraciones contestadas, y para superar los obstáculos, necesitamos orar continuamente, con humildad, confianza y perseverancia. Esta oración perseverante debe hacerse colocando a Cristo en el centro de nuestras vidas y en diálogo de corazón a corazón con Dios, abandonándonos en los brazos del Padre, reemplazando nuestra fe en lo divino, poniendo nuestras dificultades y nuestras vidas en sus manos. Él recibirá nuestros sufrimientos, angustia y temores y nos ayudará a soportarlos. Debemos ser como niños en Sus brazos y Él nos guiará a descubrir el Cielo en la Tierra.
Uno de los factores fundamentales para perseverar es la existencia de un ideal para emprender y realizar cosas difíciles, un ideal por el que vale la pena vivir y morir. No hay mejor ideal que la santidad para ayudarnos a persistir en el camino de seguir a Jesús. Por lo tanto, debemos “fortalecer” este ideal todos los días y pedirle a Dios que no perdamos el enfoque con los enemigos del alma, que nos llevan al pecado. ¡Que nuestro deseo de santificación no se reduzca a un instante, como el resplandor de un fuego artificial, sino que sea obra de toda vida y que nuestra perseverancia no sea sólo la consecuencia de un primer impulso! (cf. SCRIBBle, 247, 285, 644, 910, 983 y 987; y FAUS, págs. 85 y 86).
“el que persevera hasta el fin, será salva” (Mt 10, 22).
También debemos afrontar las dificultades como desafíos y deben motivarnos, pensando siempre en los santos y apostolados fecundos, recordando que las dificultades nos hacen crecer y purificarnos y que no fallamos, sino que ganamos experiencia. Tener la plena voluntad de levantarse después de cada fracaso, perseverando en el amor y proclamando la Misericordia de Dios. Además, debemos pensar siempre en la brevedad de la vida frente a la duración interminable del premio al que se aspira, y confiar en la gracia omnipotente de Dios, recordando que Él no pide el éxito, sino el esfuerzo (cf. CREATE, 290 y 324, FAUS Cap. 28, Meditatio Pe. Alexandre Paciolli, iCM 15SET19 y TANKEREY 1094).
(cf. SECRETARIO, 983, 988, 994, 995 y 999; e Meditatios Pe. Alexandre Paciolli, iCM 27ABR17, 06JUN17, 13ABR18, 18MAI18, 27NOV18, 01FEV19, 07ABR19, 25ABR19, 31JUL19, 17AGO19, 08JUN20 y 21FEV21)
Los obstáculos más frecuentes en contra de la perseverancia son:
(cf. SECRETARIO, 45, 129, 482, 534, 695, 733, 813, 819, 823, 994, 995, 997 y 999; FAUS, págs. 51-52; y Meditatios Pe. Alexandre Paciolli, iCM 09ABR18, 13ABR18, 18MAI18, 01 y 28FEV19, 07 y 25ABR19, 17AGO19, 26AGO20, 07DEZ20 y 01FEV21)
Los principales secretos para mantener la perseverancia son:
¿Cómo puede ayudarte esta formación? Relee los principales obstáculos y secretos de la perseverancia, reforzando o redefiniendo tu ideal de vida, por el que vale la pena morir, y reafirmando el propósito, la decisión y el esfuerzo personal para persistir en este difícil y duro pero gratificante camino de santidad, consciente de la brevedad de la vida terrestre frente a la duración interminable del premio de la vida eterna al que se aspira.
Lea más
AQUINO, Tomás, Santo. Suma Teológica. págs. 2549-2556 (II-II, preguntas 137 y 138).
Catecismo de la Iglesia Católica (CCE) 162, 1803-1805, 1808, 1810, 1821, 1837, 2016, 2726, 2728, 2742- 2745.
SACRIFICIO, Josemaría, Santo. Camino. 45, 100, 101, 129, 247, 285, 290, 324, 482, 534, 644, 695, 733, 813, 819, 823, 910, 927, 983, 987, 988, 994, 995, 997 y 999.
FAUS, Francisco. La conquista de las virtudes. Capítulos 15, 16, 24, 25 y 28.
Meditaciones de Pe. Alexandre Paciolli, iCM relacionadas con la Perseverancia.
El Camino de la Luz. Un viaje de cuatro semanas al corazón de Dios. Capítulo 9.
SANTI, S. Paciencia y Perseverancia.
TANKEREY, Adolfo. Compendio de Teología Ascética y Mística. 1076-1077, 1082, 1093-1094.