¿CUÁNDO SE CELEBRA Y CUÁL ES SU ORIGEN?
La Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, desde que fue instituida hasta el Concilio Vaticano II, se celebró el último domingo de octubre. A partir de ese Concilio, se celebró el último domingo del tiempo ordinario, comenzando la última semana del año litúrgico. Esta Fiesta fue establecida el 11 de diciembre de 1925, por el Papa Pío XI, a través de la Carta Encíclica Quas Primas sobre la Fiesta de Cristo Rey. En el período entre guerras, en el que el mundo occidental experimentó excesos relacionados con el laicismo, como una intensa ola de ateísmo, odio, rivalidades entre naciones y pueblos, discordia internacional, codicias y guerras que victimizaron a millones de personas, en paralelo al avance de las revoluciones comunistas y doctrina marxista, la Iglesia identifica como la causa de estas calamidades el hecho de que la mayoría de los hombres se habían alejado, en su vida privada y pública, de Jesucristo y su ley, y declara que no habría esperanza de paz duradera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de Nuestro Salvador. Los obispos proclamarán no haber medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo (cf. QP 1, 23-24 e 30 e Meditatio 25/11/2019).
Aprovechando la conmemoración del XVI Centenario del Concilio de Nicea, que definió y proclamó como dogma de fe católica la consustancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, e insertó, en nuestra fórmula de fe o Credo, las palabras “cuyo reino no tendrá fin”, promulgando así la real dignidad de Cristo, el Santo Padre introdujo en la Sagrada Liturgia de la Iglesia una fiesta especial dedicada a Nuestro Señor Jesucristo Rey (cf. QP 5, 29).
CRISTO ES REY – “Sólo en cuanto hombre se dice de El que recibió del Padre ‘la potestad, el honor y el reino’ (cf. Dan 7,13-14); porque como Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas” (QP 6).
Las Sagradas Escrituras declaran el reinado de Cristo en varios pasajes. En el Antiguo Testamento está atestiguado en el Libro de los Números, en los Salmos y en diferentes libros de los Profetas, como Isaías, Jeremías, Daniel y Zacarías. En el Nuevo Testamento aparece en la Anunciación (cf. Lc 1,32-33), en algunos pasajes de los Evangelios donde Él mismo da testimonio de su realeza, como en su discurso sobre el juicio final, cuando vendrá en su gloria. (cf. Mt 25,31-46); en su respuesta a Pilato (cf. Mt 27,11; Mc 15,2; Lc 23,3; y Jn 18,37) y cuando determina que los Apóstoles, después de la resurrección, instruyan y bauticen a todas las naciones (Mt 28,18).
Jesucristo, en vida, fue aclamado Rey en su entrada mesiánica en Jerusalén montado en un asno prestado (cf. Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc 19,28-38; y Jn 12,12-19), manifestando la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su muerte y resurrección (cf. CCE 542, 559-560, 570). También fue llamado Rey en su pasión cuando fue injuriado, burlado y coronado de espinas (cf. Mt 27,29; Mc 15,17-20; y Jn 19,2-3) y cuando fue crucificado con esta inscripción en su cruz – “Este es Jesús, el rey de los judíos” (Mt 27,37), “El rey de los judíos” (Mc 15,26), “Este es el rey de los judíos” (Lc 23,38) y “Jesús el Nazareno, rey de los judíos” (Jn 19, 19).
¿ QUÉ ENSEÑA EL CATECISMO?
Jesús, nuestro Rey, en su pasión, es reconocido como Rey y, a pesar de no tener pecado, asumió nuestro alejamiento con relación a Dios por nuestros pecados y, con amor benevolente y redentor, que no excluye a nadie y es independiente de nuestros méritos, se entregó a sí mismo, para que podamos ser salvos y reconciliados con su Padre (cf. CCE 603-605, 609).
Como Él mismo dijo, volverá en la gloria, ya que, a pesar de presente ya en Su Iglesia, Su Reino no está todavía acabado “con gran poder y gloria” (Lc 21,27) con el advenimiento del Rey a la tierra, una vez que aún es objeto de los ataques de los poderes del mal. El establecimiento de Su Reino Mesiánico, cuyo momento exacto no nos corresponde conocer, traerá el orden definitivo de justicia, amor y paz, el triunfo final y definitivo del bien sobre el mal, y ocurrirá en el día del juicio, con la venida gloriosa de Cristo para juzgar a vivos y muertos, pagando cada uno según sus obras y según haya aceptado o rechazado su gracia (cf. CCE 668-682; 1038-1041).
CARÁCTER DE LA REALEZA DE CRISTO
En su Encíclica, SS Pío XI enseña que la Realeza de Cristo le confiere una triple potestad: de Redentor (en quien se confía), de Legislador (a quien se obedece) y Judicial (que premia y castiga, incluso durante la vida mortal), por orden del Padre. Además, la potestad Ejecutiva debe atribuirse a Cristo, puesto que es necesario que todos obedezcan a su mandato, y el rebelde no podrá evitar la condena y el castigo (cf. QP 13).
CARACTERÍSTICAS DE LA REALEZA DE CRISTO
La realeza de Cristo es preferencialmente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. Como Él mismo
declaró al gobernador romano, su reino no es de este mundo. Para entrar en él hay que hacer penitencia, teniendo la fe y el bautismo como requisito de admisión. Se opone al reino de Satanás y la potestad de las tinieblas; de sus súbditos exige despego de las riquezas y cosas terrenas, como hambre y sed de justicia, y que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz. También es una realeza universal, ya que abarca a todo el género humano, extendiéndose por igual y sin excepción a todos los hombres, incluso a los que no participan de la fe cristiana. Cristo es la única fuente de salvación para naciones e individuos. De Él viene, así a los individuos como a las naciones, toda la prosperidad y el verdadero bienestar (cf. QP 14-16).
PALABRAS DE NUESTRO SIERVO FUNDADOR: “Hijas e hijos, como dije ayer, la solemnidad de Cristo Rey fue la respuesta de la Iglesia al ateísmo y al comunismo. ¡Dios está vivo entre nosotros! ¡No murió! Y sabemos que, si Cristo es el Rey de nuestras vidas, Él es el centro y debemos obedecerle. Y la obediencia a Cristo también pasa por las autoridades de la Iglesia. Entre ellas las autoridades de la Comunidad. Les he estado insistiendo mucho en que Satanás está al acecho tratando de derrocar a cada uno de ustedes por las respuestas positivas que le damos a Dios. Una de ellas: ¡nuestra consagración a Él y a Nuestra Señora en Mirada Misericordiosa! ¡Velad y rezad! ¡Cuida tu vocación Mirada Misericordiosa! Cada detalle de fidelidad al carisma construye, cada infidelidad, cada desobediencia, destruye” (Meditatio 25/11/2019).
¡Viva Cristo nuestro Rey!
Todo por Jesús, nada sin María
Duc in Altum:
Carta Encíclica Quas Primas del Sumo Pontífice Pio XI sobre la Fiesta de Cristo Rey (QP)
Catecismo de la Iglesia Católica (CCE) 541-546; 559-560, 570; 603-605; 609; 668-682; e 1038-1041
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