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Padre Pio: Los estigmas como signo de misericordia

23/05/2022 . Formações

Como el Apóstol Pablo, el Padre Pio de Pietrelcina colocó, en la cumbre de su vida y de su apostolado, la Cruz de su Señor como su fuerza, sabiduría y gloria. Ardiendo de amor por Jesucristo, se configuró para sacrificarse por la salvación del mundo. Fue tan generoso y perfecto en seguir e imitar a Cristo Crucificado que podría haber dicho: “Estoy crucificado con Cristo; ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí” (Gal 2,19).

 

Nacido el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, en la Arquidiócesis de Benevento. A la edad de 16 años ingresó al noviciado de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos, en Morcone, habiendo vestido allí el hábito franciscano, llamándose Frei Pio. Después de su Ordenación Sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910. En septiembre de ese año 1916 fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte, el 23 de septiembre de 1968.

Ocho años después de su ordenación, Nuestro Señor, deseando que el Padre Pio se le pareciese aún más, imprimió en él las llagas de sus manos, pies y corazón, llagas que sangraron continuamente durante cincuenta años, soportando con admirable serenidad.

Fue el 20 de septiembre de 1910 cuando recibió los estigmas invisibles. En 1918, las heridas se hicieron visibles (hasta el 23 de septiembre de 1968). Además de los estigmas, el Padre Pio fue dotado de muchos dones, a través de los cuales pudo aliviar los sufrimientos de las almas, signo visible de la misericordia de Dios.

Y los tesoros de gracia que Dios le había concedido con singular abundancia, los dispensó incesantemente a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que acudían a él en número cada vez mayor y engendrando multitud de hijos e hijas espirituales.

Para que resplandeciera la virtud de la fortaleza, padre Pio, comprendiendo que su camino sería el de la cruz, la acogió con valentía y amor. Dejándonos un luminoso testimonio, el 23 de septiembre de 1968, San Padre Pio parte para la eternidad, donde cumple su promesa: “Me quedaré en la puerta del Paraíso hasta que entre el último de mis hijos”.

 

IMPORTANTE

La meta de la meta cristiana es Cristo, debemos tener los ojos fijos en Él, y ahí entra la identidad de cada sacerdote: es otro Cristo, Alter Christus. ¡Sí! Los ojos de todo cristiano deben estar puestos en sus sacerdotes. ¡Hay que respetarlos, cuidarlos, defenderlos!

El Padre Pío es el patrón de la Comunidad Mirada Misericordiosa en el cuidado de los sacerdotes. El Directorio de la Comunidad enseña que “el sacerdote es don del Corazón de Jesús y en Él tiene el origen de su vocación”. Como miembros debemos cuidar, servir y defender a los sacerdotes ya todos aquellos que reciben el sacramento del Orden Sacerdotal, y para ello contamos con la especial intercesión de San Padre Pio.

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