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LA INTERCESIÓN DE MARÍA

06/06/2023 . Formações

María… Madre. Jesús no podría haber definido un rol mejor y más completo para María. Sólo una Madre cuida a su hijo incondicionalmente. Para María, no importa lo que hizo su hijo, no importa cuánto se alejó del bien, no importa cuánto descuidó o dejó que la concupiscencia se apoderara de su vida, o el valor que las cosas del mundo asumido por él.  ¿Y eso significa que no siente pena por su hijo? ¿No se pone triste o preocupada? ¡Claro que sí! Pero María es quien más auténticamente confía en la divina misericordia y providencia y vive la misericordia como aprendió de su Hijo. Ante tanto amor y acogida, ¿podemos dejar de creer en su tierna intercesión?

Recordemos una escena bien conocida de los Evangelios, cuando Jesús es invitado junto con su Madre y los apóstoles, a unas bodas en Caná. (cf. Jn 2, 1-11).

En cierto momento de la fiesta, no hay vino. ¿Y quién se da cuenta? María. Con su intuición, presiente que la felicidad de la pareja podría verse perjudicada por esta situación. María asume el problema ella misma, con la sensibilidad de una madre. Y no duda en decirle a Jesús: No tienen vino.

Sus palabras no son un simple comentario, sino que contienen una petición. Jesús comprende y responde: ¿Qué nos importa a mí ya ti, mujer? Mi hora aún no ha llegado.

A nuestro modo de ver, consideramos que las palabras de Jesús parecen incluso tener un tono de reproche a una petición procedente del corazón de la madre.

María, sin embargo, continúa. Y Ella, que conoce el alma del Hijo y, por eso, no duda en pedir inmediatamente a los que sirven: Haced lo que Él os diga. Sabe que será escuchada, aun habiendo oído el obstáculo mencionado por Jesús: “No ha llegado mi hora”.

La aceptación de Jesús a la petición de su Madre no se hizo esperar. Cristo ordena a los sirvientes que llenen de agua seis grandes vasijas de piedra. Luego les ordena que sirvan el vino y se lo presenten al maestro, quien se sorprende al ver que los dueños de la fiesta habían dejado lo mejor para el final.

Desde entonces se percibe la intercesión de María, que está presente activamente en el inicio del ministerio público de Cristo y lo está de manera activa y precisa. Es a partir de su pedido que Cristo adelanta el tiempo para comenzar sus milagros, que serán signos de su divinidad y testimonios visibles de la Verdad que Él es. Y es la realización de este primer signo lo que hará que los discípulos crean en Jesús.

Con esta actitud reconocemos que Jesús tiene la decisión de acoger todas las peticiones que le llegan a través del cuidado de su Madre, que se muestra amorosamente atenta a las necesidades espirituales y materiales de todos sus hijos.

En Caná, Cristo mostró con sus acciones que María ocupa un lugar destacado, de mediación, en la realización de su obra salvífica en favor de los hombres. No tenía que ser así, pero Dios quería que ella tuviera este papel.

“María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, de sus necesidades y de sus sufrimientos. Se pone “en medio”, es decir, actúa como mediadora, no como extraña, sino como madre , consciente de que como tal puede -o más bien “tiene derecho a”- hacer presentes a su Hijo las necesidades de los hombres. Su mediación, por tanto, tiene carácter de intercesión: María “intercede” por los hombres. Y eso no es todo: como Madre, ella quiere que se manifieste también el poder mesiánico del Hijo, es decir, su poder salvífico que está destinado a socorrer las desgracias humanas, a librar al hombre del mal que, en diversas formas y en diversas proporciones, le hace sentir el peso en tu vida.

San Juan Pablo II, en la Encíclica Redemptoris Mater, n. 21

Mientras confiamos en la discreta pero fiel intercesión de María, hablamos a nuestra madre para que ore por nosotros con su hijo Jesús. A él que María señala, a él que María indica, es su divinidad la que revela y a través de ella, alcanzamos las gracias que buscamos, cuando lo hacemos con fe, creyendo en el poder inconmensurable e insustituible de Dios.

“… después de ser llevada al cielo, no abandonó esta misión salvadora, sino que, con su múltiple intercesión, nos sigue trayendo los dones de la salvación eterna. , caminan todavía por la tierra, hasta llegar a la patria bendita Por eso la Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Auxiliadora, Mediadora, pero esto se entiende de manera que nada quita ni añade nada a la dignidad y eficacia del único mediador, que es Cristo. .”

Constitución Dogmática Lumen Gentium, 62

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