Quédate con Jesús
“¡Gracias, Señor Jesús, por Tu presencia en la Eucaristía! ¡Gracias, Señor, por estar siempre con nosotros! Te pedimos, Señor, ¡aumenta nuestro amor por Ti! Hijas e hijos, ¡que nunca olvidemos el inmenso Amor de Dios por nosotros! ¡Y en un designio eterno nos llamó a la Mirada Misericordiosa para que en esta Comunidad, ya través de ella, llevemos este amor de Su Amor Misericordioso a todas las naciones y razas y lenguas! ¿Y qué alimento más importante, para que cumplamos esta misión, que comer el mismo Pan de los Ángeles, alimentarnos del Cuerpo y la Sangre de Jesús Misericordioso?”.
(Padre Alexandre, Meditatio 11/06/2020).
Jesús, en aquella noche en que ofreciste tu Cuerpo y Sangre al Padre bajo las especies de Pan y Vino, quiero recordar mi primera comunión, aquel día en que viniste por primera vez a resguardarte en mi alma. ¡Qué gran regalo nos has dejado, Señor! Te agradezco por todos los sacerdotes que he conocido, sin los cuales no habría recibido ninguno de los sacramentos que he recibido. ¡Cuánto les debo! Recibe mi agradecimiento y mi alabanza por la vida de cada uno, incluso de aquellos cuyo nombre no recuerdo o cuya presencia fue muy breve. Potente y eterno, sin embargo, es el efecto y la huella que cada comunión dejó en mi alma, gracias a cada sacerdote que pasó por mí. Sólo Tú conoces la profundidad del más sincero deseo de mi corazón de recibirte en la Eucaristía. ¡Pero cuántas veces he estado frío y disperso en el momento de la Comunión, dejando pasar todas las gracias que me queréis dar! ¿Cuántas veces te he consolado verdaderamente en este sacramento de amor? ¿Cuántas veces sólo quise pedirte gracias y no quería realmente que actuaras profundamente en mi alma? Quiero aprender a comulgar mejor, Señor. ¡Ayúdame con tu gracia!
“Quédate conmigo, Señor, porque tu presencia es necesaria para que no te olvide; sabes con qué facilidad te abandono. Quédate, Señor, conmigo, que soy débil y necesito de tu fuerza para no caer tan a menudo; porque Tú eres mi luz y sin Ti estoy en tinieblas; porque Tú eres mi vida y sin Ti languidezco en fervor; para darme a conocer tu voluntad; para que pueda oír tu voz y seguirte; porque deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía. Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel. Quédate, Señor, conmigo, porque por muy pobre que sea mi alma, quiere ser para ti un lugar de consuelo y un nido de amor. Quédate, Jesús, conmigo, que es tarde y el día declina… Es decir, la vida pasa, la muerte, el juicio, la eternidad se acercan y es necesario recobrar fuerzas para no demorarme en el camino, y por eso yo te necesito. Es tarde y la muerte se acerca. Temo a las tinieblas, a las tentaciones, a la aridez, a la cruz, a los sufrimientos, y cuánto te necesito, Jesús mío, en esta noche del destierro. Quédate, Jesús, conmigo, porque en esta noche de vida, de peligros, te necesito. Haz que, como tus discípulos, te reconozca en la fracción del pan, es decir, que la comunión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sostenga y la única alegría de mi corazón. Quédate, Señor, conmigo, porque en el momento de la muerte quiero estar unido a ti, si no por la comunión, al menos por la gracia y el amor. Quédate, Jesús, conmigo, no te pido los consuelos divinos porque no los merezco, sino el don de tu presencia, así te lo pido . Quédate, Señor, conmigo, sólo a Ti busco, Tu amor, Tu gracia, Tu voluntad, Tu corazón, Tu Espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa que amarte más. Con un amor firme, práctico, amarte con todo mi corazón en la tierra para seguir amándote perfectamente por toda la eternidad. Amén.”
(Oración escrita por San Padre Pío de Pietrelcina y que rezaba después de comulgar)
Avemaría…
Nuestra Señora de Guadalupe, todos los santos patronos y copatronos de la Mirada Misericordiosa, orad por nuestra Semana Santa y por todos los sacerdotes y familias por los que rezamos estos días. ¡Amén!
¡Todo por Jesús, nada sin María!