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“Honra a tu padre y a tu madre”- La virtud de piedad

01/09/2022 . Formações

¡Augusta Reina!

Seguimos en nuestra formación sobre las virtudes.

En la última semana, hemos hablado de la virtud de la Justicia (si usted no ha leído, haga clic aquí y leya!). Hoy hablaremos de una virtud estrictamente ligada a la justicia: ¡la virtud de la piedad!

¿Qué tiene en comun la piedad con la justicia?

En primer lugar, recordaremos lo que es la justicia: acto habitual de dar a cada uno lo que se le debe (cf S. Th II-II q. 58, art. 1). Ahora, definida la justicia, definiremos la virtud de la piedad:  prestar servicio y culto a los padres y a la patria y a todo lo que a ellos se refiere. (S Th IIa IIae q 101, art 3, ad 2) y: piedad es manifestación de la caridad que tenemos hacia los padres y la patria. (S Th IIa IIae q 101, art 3, ad 1).

En otras palabras, es la virtud de la justicia aplicada a los padres. Podemos tomar la definición de justicia y aplicarla a los padres, y así definiremos piedad:

La piedad es el acto habitual de dar a los padres lo que se les debe.

La Piedad y la Ley de Dios

“Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Adonai, tu Dios, te va a dar.” Ex 20, 12

En las Sagradas Escrituras, encontramos en el libro del Éxodo la orden de Dios para honrar a nuestros padres, y así crecer en la virtud de la piedad. Según nuestro Catecismo, ese deber del cuarto mandamiento se extiende también a nuestros familiares, superiores, con la patria:

El cuarto mandamiento se dirige expresamente a los hijos en sus relaciones con sus padres, porque esta relación es la más universal. Se refiere también a las relaciones de parentesco con los miembros del grupo familiar. Exige que se dé honor, afecto y reconocimiento a los abuelos y antepasados. Finalmente se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.

(Catecismo de la Iglesia Catolica 2199)

El Cuarto Mandamiento y el Papa Francisco

El Santo Padre, el Papa Francisco, en su serie de catequesis sobre la vejez, nos da ejemplos de cómo vivir la virtud de la piedad. En la audiencia general del 27 de abril de ese año, él nos trae el ejemplo de Rut y Noemi, y de cómo Rut fue piadosa con su suegra

De hecho, Noemí, conmovida por la entrega de Rut, saldrá de su pesimismo e incluso tomará la iniciativa, abriendo para Rut un nuevo futuro. Instruye y anima a Rut, viuda de su hijo, a conquistar un nuevo marido en Israel. Booz, el candidato, muestra su nobleza, defendiendo a Rut de los hombres que trabajan para él.

Por último, el Papa nos enseña cómo, en estos días, vivir bien la virtud de la piedad

Si los jóvenes se abren a la gratitud por lo recibido y los ancianos toman la iniciativa de relanzar su futuro, ¡nada podrá detener el florecimiento de las bendiciones de Dios entre los pueblos! Por favor, que los jóvenes hablen con los abuelos, que los jóvenes hablen con los ancianos, que los ancianos hablen con los jóvenes. Este puente debemos restablecerlo fuerte, hay ahí una corriente de salvación, de felicidad. Que el Señor nos ayude, haciendo esto, a crecer en armonía en las familias, esa armonía constructiva que va de los ancianos a los más jóvenes, ese bonito puente que nosotros debemos custodiar y cuidar.

Para practicar

Teniendo en mente lo que es la piedad, debemos aplicarla en nuestras vidas, para crecer en el amor de Dios y alcanzar cada vez más las virtudes cristianas que nos auxilian en nuestro camino hacia el cielo.

Para ello, el Obispo de Roma nos da una buena pista de cómo honramos y qué no debemos hacer para honrar a nuestros padres

Pensemos bien en esta bonita declinación del amor que es el honor. El cuidado mismo del enfermo, el apoyo a quien no es autosuficiente, la garantía del sustento, pueden carecer de honor. El honor desaparece cuando el exceso de confianza, en vez de declinarse como delicadeza y afecto, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en un resquicio para la burla y la agresividad. Puede suceder incluso entre las paredes domésticas, en las residencias, como también en las oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad. Fomentar en los jóvenes, también indirectamente, una actitud de suficiencia —e incluso de desprecio—  hacia la edad anciana, sus debilidades y su precariedad, produce cosas horribles.

Todo por Jesus nada sin Maria

 

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