El 15 de septiembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, cuya devoción se inició en el siglo XIII en Italia con los Servitas religiosos de la Orden de los siervos de María. Con fundamento bíblico esta devoción nos invita a contemplar los siete dolores de María descritos en los Evangelios: la profecía de Simeón sobre la espada que causó dolor en su Inmaculado Corazón, la huida a Egipto, la pérdida del Niño Jesús, la Pasión del Señor, la crucifixión y muerte, y la sepultura de Jesucristo.
Pensar en los dolores de María es recordar su participación directa en el misterio de la redención, porque ella colaboró en todo para que Jesús pudiera cumplir su plan de salvación. Pensar en el dolor de María nos lleva a reflexionar que si ella no murió de dolor fue porque una fuerza divina la sostuvo, y que a su vez debemos aprender a creer y a orar en medio del sufrimiento, y cómo la Virgen puede soportar todo el dolor con dignidad y resignación, porque Dios nunca nos permitirá una carga que no podamos soportar.
La oración del Salve Reina define claramente que vivimos en un valle de lágrimas, porque de hecho grandes son las tribulaciones que devastan la Iglesia y nuestras familias. Sin embargo, los hijos de María tienen un lugar donde correr, pueden y deben refugiarse en su Inmaculado Corazón, y también tienen a alguien a quien admirar, porque Nuestra Señora es aquella cuyo dolor no ganó su oración.
En este día, siguiendo el ejemplo de María, le pedimos al Señor que nos dé la gracia de asemejarnos a nuestra Madre del cielo. Que ante las pérdidas, las enfermedades, los malentendidos y otras tragedias, estemos de pie o al menos de rodillas como lo estuvo ella en el Calvario.
Oremos: “Caminaste al Calvario con tu hijo, te invito a caminar conmigo también. Oh madre, levántame del suelo, tómame en tus brazos, intercede por las luchas de mi corazón. Madre, llévame en tu regazo, edúcame como educaste a Cristo, para que pueda entender que el Calvario me enseñará a vivir ”. Nuestra Señora de los Dolores, ¡ruega por nosotros!