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Adviento, tiempo de alegría

12/12/2021 . Formações

ALEGRÍA
Nuestra vida moral está sostenida por los dones del Espíritu Santo, que completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben (cf. CCE 1830-1831); y las virtudes humanas proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena, para la práctica libre del bien (cf. CCE 1804). San Tomás de Aquino afirma que la alegría no está entre las virtudes teologales, intelectuales o morales y, por lo tanto, “no es una virtud distinta de la caridad, sino un acto o efecto de la caridad. Y, por eso, el Apóstol la enumera entre los frutos” (Suma Teológica, II-II, q. 28, a. 4). Esto corrobora la enseñanza del Catecismo que “la caridad tiene como frutos el gozo (la alegría), la paz y la misericordia” (CCE 1829). Así, la alegría es un fruto del Espíritu, es decir, una perfección que el Espíritu Santo forma en nosotros como primicia de la gloria eterna (cf. CCE 1832). Combinada con la jovialidad, caracteriza la virtud de la alacridad. Las virtudes cardinales asociadas a esta virtud son la prudencia y la fortaleza; y los vicios opuestos son la tristeza y el desanimo. La persona que posee esta virtud busca, independiente de su edad cronológica, mantenerse enteramente jovial, animada y alegre; hace creer que Dios existe, que es un Dios de poder, de amor, de bondad, de misericordia y que de Él no viene ningún mal; que la verdadera recompensa está en el Cielo; por fin, motiva los demás a que conozcan Aquel que a hace “diferente” en el mundo, transformando personas, ambientes y vidas.

LA ALEGRÍA EN EL DOLOR, EL SUFRIMIENTO Y LA CRUZ
El reconocimiento de nuestra dependencia completa de Dios es fuente de sabiduría y libertad, de gozo
(alegría) y confianza (cf. CCE 301). La alegría que se debe tener es sobrenatural y procede de abandonar todo y abandonarse en los brazos amorosos del Padre. Consiste en aceptar y encontrar la paz y la verdadera felicidad viviendo la Voluntad de Dios, cargando las cruces, pasando por los dolores, luchando en los momentos de sufrimientos, tribulaciones y desprecios, sabiendo que eso llevará a la salvación y a la conquista de la gloria celeste (cf. Mt 5,12; ESCRIVÁ 217, 297, 308, 657-666, 671-672, 696, 766, 768 e 770; e Meditatios 15JAN17, 21JAN17, 12JUN17, 23AGO17, 09JAN19, 14MAR2020 e 25JUN20). En resumen, el camino de la perfección pasa por la cruz, no existiendo santidad sin renuncia y combate espiritual, que conducen gradualmente a vivir en la paz y en gozo (la alegría) de las bienaventuranzas (cf. CCE 2015).

LA ALEGRÍA Y LA SANTIDAD
El Papa Francisco empieza la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate (GE) sobre el llamado a la santidad en el mundo actual con el que dijo Jesús a los que son perseguidos o humillados por Su causa, en el final de Su predicación de las bienaventuranzas: “alegraos y regocijaos” (Mt 5,12), ya que Él pide todo, pero, en cambio, ofrece la verdadera vida y la felicidad para la cual fuimos creados, queriéndonos santos (GE, 1). La fe en eso nos hace gustar de antemano la alegría de la visión beatífica, meta de nuestra caminada terrena (cf. CCE 163).

Trazando el camino para ser un buen cristiano y ser santo, el Papa indica que debemos hacer el que dijo Jesús en el sermón de las bienaventuranzas, donde está dibujado el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas (cf. GE, 63). Añade que “la palabra ‘feliz’ o ‘bienaventurado’ pasa a ser sinónimo de ‘santo’, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera felicidad” (GE, 64).

Enumerando algunas características de la santidad en el mundo actual, el Papa afirma que el santo es capaz de vivir con alegría y sentido de humor y, sin perder el realismo, ilumina a los demás con espíritu positivo y esperanzado, pues, siendo el gozo (la alegría) una consecuencia de la caridad, todo amante se goza en la unión con el amado (cf. GE, 125). Complementa que “hay momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegría sobrenatural, que «se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo” (GE, 125). En este sentido, el camino de santidad trazado en Mirada Misericordiosa define que el comportamiento de cada uno de sus miembros debe ser alegre, llevando a transmitir la paz que viene de Deus (cf. DirCOM, 15).

ADVIENTO – TIEMPO DE ALEGRÍA
Todo el domingo, siendo el día del Señor, día principal de la Celebración Eucarística porque es el día de la Resurrección, es el día de la alegría (cf. CCE 1193). El Tiempo del Adviento, que significa advenimiento, es una preparación para la venida del Salvador, del prometido Libertador y la fundación o confirmación de Su Reino en nuestras almas. Por eso, es un período de purificación, penitencia, esperanza y alegría (cf. TANKEREY 1581-1582 e Formatio 29NOV19). Sus domingos son motivo de más grande alegría que los del Tiempo Común, sobretodo el Tercer Domingo de Adviento, llamado de Domingo da la Alegría o de Gaudete. Alegría por la proximidad de la llegada del Niño Dios, sabiendo que Él vino para sufrir por nosotros y salvarnos. Esta alegría vivida en este momento de preparación y espera de la venida del Señor, celebrada en el Domingo de Gaudete, en el cual el Presidente de la Celebración utiliza paramentos rosas, como señal de alegría, es muy bien representada en la anunciación (“¡Alégrate! llena de gracia, el Señor está contigo” Lc 1,28) y en la visitación (“Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno” Lc 1,44; e “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu estremece de gozo en Dios, mi Salvador” Lc 1,46-47).

LA ALEGRÍA EN LA PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA (Lc 3,10-18)
Juan Bautista anuncia la alegría de la Buena Noticia y de la venida del Mesías, que bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego y será el Redentor, limpiando su era y recogiendo el trigo en su granero (cf. Lc 3,15-18). En su predicación, enseña aún la práctica de la caridad y del amor al prójimo, compartiendo con los que no tienen, exigiendo sólo el estipulado al recoger los impuestos, sin extorsionar o acusar falsamente los demás (Lc 3,10-14). Como enseña nuestro Siervo Fundador, estas actitudes de amor, producen la alegría, ya que amar a Dios, el prójimo y a si propio acarrea la verdadera alegría de vivir, siendo el amor la mejor terapia (cf. Meditatio 23AGO17 e 04NOV21). Además, cuanto más uno renuncia a sí mismo, más el Espíritu le hace actuar, sugiere palabras y acciones que no podría encontrar por sí propio, y crea, en su alma, muchos frutos y efectos, siendo uno de ellos la alegría (cf. CIC 736 e 1832 e Meditatio 17JAN17). Así, amando el prójimo verdaderamente, uno cumple el nuevo mandamiento de Cristo (cf. Jo 13,34), buscando imitar a Él, y, como dijo el Salmista, “se alegre el corazón de los que buscan al Señor” (Sl 105,3). Concluyese, una vez más, que el amor y la caridad producen efectivamente la verdadera alegría. De esa forma, como dijo San Agustín, “la culminación de nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo corremos, hacia el corremos; una vez llegados, en él reposamos”.

PALABRAS DE NUESTRO SIERVO FUNDADOR: “La mejor terapia es el amor, amor hecho donación al prójimo. Cuando esté mal, entréguese en esencia al prójimo. Sin embargo, para ser amor verdadero no podemos hacer nuestros actos como terapia, sino por amor. No espere recibir premios en cambio de su lucha personal. Simplemente entréguese por amor. Pero, para que tú te realices en el amor, crie un ambiente de alegría interior en especial cuando sufres contradicciones de sus planes” (Meditatio 23AGO17); y “¡Me despierto cada día para amar! ¡Me olvido de mi propio y pienso en Dios y en los demás, amándome! Por eso, sé que todos los días cosecho la alegría de vivir!” (Meditatio 04NOV2021).

¡Todo por Jesús, nada sin María!

 

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