28 de agosto – Día de San Agustín

En un mundo donde prevalece el despliegue de logros e incluso “virtudes”, y donde muchos quieren aparecer buenos y fuertes, la historia del santo de hoy nos invita a dar una nueva mirada, así como a San Pablo al escribir sobre su vida. No tuvo miedo de revelar sus debilidades y hacer sus “confesiones”, hablamos de San Agustín.

Su biografía nos cuenta que después de haber vivido una juventud atribulada, tanto intelectual como moralmente, entregada a las pasiones y la futilidad; ansioso por encontrar la verdad, Agustín tuvo una experiencia con Dios que lo llevó a adherirse a la fe católica, recibió los sacramentos y pasó a vivir virtuosamente.

Esta experiencia tuvo tal impacto en su vida, que fácilmente percibimos en su relato, un Agustín “antes de Cristo” y uno totalmente diferente “después de Cristo”. Sobre este cambio radical de vida, se dice que una vez estaba caminando, cuando una mujer con la que había tenido una relación, le gritó y bromeó: “Agustín, ¿no te acuerdas de mí? Yo soy aquella ”. A esta provocación, el santo respondió: “Sí, pero ya no soy ese”.

Decidido por esta nueva vida, así rezo: “Escucha, Señor, mi oración, para que mi alma no desmaye bajo tu ley, ni me canse de confesar tus misericordias con las que me has sacado de mis perversos caminos; que tu dulzura supere toda la dulzura que he seguido, y así te ame con más fuerza, y abrace tu mano con toda mi alma, y ​​me libre de toda tentación hasta el fin de mis días ”.

Convencido de verdades eternas, dedicó su vida a obras de caridad y evangelización, para las que escribió más de 100 obras, que le valieron el título de “Doctor de la Iglesia”. En su apostolado también se dedicó a la lucha contra las herejías, incluido el maniqueísmo, del que había formado parte. Murió a los 72 años, en olor de santidad, dejándonos luces que influyen incluso en los no cristianos.

1. ¡San Agustín, ruega por nosotros!