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¿Qué es el temperamento? ¿Cómo descubro el mío?

26/08/2022 . Formações

¡Augusta Reina!

“El hombre que sale al encuentro de Dios, debe aprender a conocerse, debe conocerse a sí mismo en sus aspiraciones más íntimas. Debe buscar a Dios con su realidad precisa, y no con una máscara. Él debe crecer por dentro, con su propio esqueleto, y no pedir fuerza a una armadura.” (Papa Francisco)

Si hoy Jesús viniera a tu encuentro y te preguntara: “¿Cuáles son las principales características de tu alma que Dios Padre te ha dado”, ¿sabrías responder con prontitud y sin dudas? ¿Sabría identificar cuáles son sus puntos fuertes y débiles y cómo los ha usado en su relación con Él y con los otros? Si, sin embargo, Jesús pidiera: “Hijo, ¿qué es lo que tu alma más necesita hoy para ser más maduro?” ¿sabrías qué responder?

¿Por qué el estudio de los temperamentos?

La formación de la persona humana, cristiana, católica, para ser integral, necesita contemplar cuatro campos: espiritual, humano, pastoral e intelectual. El contenido que se presentará a partir de esta semana, sobre los 8 tipos de temperamentos, forma parte del campo de la formación humana y tiene el objetivo de llevar a una maduración personal.

De hecho, la persona madura, entre otros puntos, es realista (sin ser pesimista). Se conoce a sí misma y busca formarse para vencer los obstáculos y dificultades que se presentan y necesitan ser enfrentados.

Uno de los medios para alcanzar la madurez humana, y para colaborar en la elaboración de un programa de vida espiritual realista y exigente, es descubrir su temperamento.

¿Cuál es la diferencia entre “Personalidad”, “Temperamento” y “Carácter”?

Sin embargo, antes de adentrarse en este viaje de descubrimiento de sí mismos, es necesario primero hacer una distinción importante:

Personalidad – conjunto de características irrepetibles, físicas, psíquicas, sociales… Lo que se refleja en el exterior.

Temperamento – conjunto de características heredadas/recibidas genéticamente; conjunto de inclinaciones innatas, propias de un individuo.

“Se entiende por temperamento la totalidad de sus actitudes innatas que constituyen su armadura natural. El temperamento es el conjunto formado por el juego de las herencias procedentes de antepasados remotos o cercanos. Es la naturaleza básica, la espontaneidad, el primer impulso, el conjunto de dinamismos mentales, las tendencias profundas de disposiciones congénitas, de posibilidades reales.” (Rossetti, 1965).

El carácter – el mismo temperamento, pero ya educado.

¿El temperamento puede cambiar?

Es importante tener en cuenta que el temperamento es recibido de Dios y permanece el mismo durante toda la vida. Se puede y se debe trabajar los puntos de debilidad del temperamento, formando así el carácter, pero las marcas temperamentales siempre estarán presentes, hasta el día de ir al encuentro de Dios. En el camino de identificación del propio temperamento, será de gran ayuda abrirse a la gracia de Dios y luchar aún más por la santidad, ofreciendo al Espíritu Santo una base humana más madura y sólida.

¿Qué hacer después de conocer el temperamento?

Sin embargo, lo que se descubra de acuerdo con el temperamento (puntos a mejorar y puntos a fortalecer), no puede quedar solamente en el papel, sino que debe ser traducido en un programa formativo personal, proponiéndose varios puntos de trabajo, propósitos a ser alcanzados. Es decir, tener como finalidad el autoconocimiento para crecer en madurez ante Dios, ante los hombres y ante sí mismos. El trabajo formativo no puede alejarse de la intimidad con Dios. Es necesario que él nazca en la oración y termine en la oración, recuerde siempre poner la “mano en la masa” en aquello que se propone a mejorar (defectos) y potenciar (cualidades). Formarse por Cristo, con Cristo y en Cristo. ¡Formarse por María, con María y en María!

¿No serían cuatro temperamentos en vez de ocho?

Es probable que hayas oído hablar de los temperamentos como cuatro. Sin embargo, se utilizan los ocho posibles temperamentos, definidos por Le Senne, Gaston Berger y, después, por el Pe. Luigi Maria Rossetti en el libro Práctica de Caracterología religiosa, escrito en 1961, en el que esta formación está basada. Son ellos: Colérico, Enamorado, Nervioso, Sentimental, Sanguíneo, Flemático, Amorfo y Apático.

La teoría de los temperamentos está ligada a la tradición filosófica del número 4, de Pitágoras (572-497 a.C. – Samos), y de la teoría cosmológica de los cuatro elementos, de Empédocles de Ácragas (490-430 a.C.). Este filósofo sugiere que toda la sustancia está compuesta por cuatro elementos: aire, tierra, fuego y agua. Aristóteles (384 a.C.), además de concordar con los cuatro elementos, agregó que ellos poseen propiedades básicas, a saber: al fuego, están asociadas a la sequedad y el calor; al aire, el calor y la humedad; al agua, la humedad y el frío; y a la tierra, el frío y la sequedad.

El médico Hipócrates (460-377 a.C.) relacionó esta teoría cósmica con la salud, creando la teoría de los humores (o de los temperamentos). Él defendía haber cuatro humores físicos – sangre, bilis negra (atrabilis), bilis amarilla (bilis) y flema (linfa) – y estos estaban respectivamente ligados a cuatro temperamentos de la personalidad, a saber: temperamento sanguíneo, de reacciones rápidas y débiles; temperamento melancólico, nervioso o atrabilioso, de reacciones lentas e intensas; temperamento colérico o bilioso, de reacciones rápidas e intensas; y temperamento flemático o linfático, de reacciones débiles y lentas. La teoría, por lo tanto, afirma que la química del cuerpo determina el tipo de temperamento.

Esta teoría, luego difundida por el greco-romano Galeno de Pérgamo (129-199 a.C.), perduró por más de 2.500 años. Con la evolución de la psicología, Le Senne pasó de cuatro a ocho temperamentos posibles.

¿Cómo se identifica el temperamento?

Se determinará la graduación de las tres características que componen su temperamento: Emotividad, Actividad y Repercusión (Primaria o Secundaria). Estas son las tres propiedades constitutivas del temperamento.

Emotividad: es la propensión a experimentar los acontecimientos de manera más o menos emotiva, pudiendo clasificar a las personas en “emotivas” o “no emotivas”; ella “mide la sensibilidad ante un estímulo que toque al hombre de cerca, sea interno (imagen-pensamiento-recuerdo) o externo” (Mounier).

Actividad: la inclinación y el gusto por la acción, habiendo los “activos” y los “no activos”. La actividad, en este sentido, se refiere al gusto por la acción en sí misma; no debe ser confundida con situaciones en que la acción es solo una consecuencia de la emotividad del individuo. Una persona perseguida por una bestia es activa, no por el gusto de la acción, sino por la emotividad (miedo) de la situación, por ejemplo;

Resonancia: toda experiencia (es decir, la representación de la experiencia en la mente) provoca en el individuo una “resonancia”, es decir, efectos mentales (como pensamientos, emociones, etc.). Los efectos que se refieren a eventos que se están realizando (eventos presentes) forman parte de la función primaria de la representación; efectos ligados a fenómenos pasados forman parte de la función secundaria. La resonancia indica la tendencia del individuo a vivir más en el presente o fuera de él, en el pasado o en el futuro. Así, los individuos pueden ser “primarios” (si viven para el presente) o “secundarios” (si viven para el pasado o para el futuro).

Hay tres factores que expresan la actitud general del comportamiento:

La secundariedad, que es la persistencia de impresiones, muy variable según los individuos, y que determina el carácter más o menos sistemático de su conducta.

La amplitud del campo de conciencia, que traduce el número, mayor o menor, de ideas, de imágenes y de sentimientos diferentes que pueden estar presentes en el alma en un mismo momento;

La polaridad, que distingue al tipo que busca dominar por la coerción, o aquel que desea seducir o encantar.

Y hay cuatro factores que se refieren a la dirección de las tendencias:

La avidez o el deseo de aumentar lo que se tiene o se quiere tener;

Los intereses sensoriales, que atan al mundo sensible y ejercen gran papel en la vida estética;

La ternura, que hace que la persona se preocupe mucho con los otros y se coloque espontáneamente “en su lugar”;

La pasión intelectual, que mide no la inteligencia, que es una aptitud, sino la curiosidad, nuestro deseo de comprender.

Durante las próximas semanas siga las formaciones sobre cada temperamento. Antes, sin embargo, busque observarse más dentro de las 3 propiedades citadas en la formación – emotividad, actividad y resonancia -, para así, ir conociéndose más a sí mismo.

Recuerda el propósito: ¡luchar por la Santidad, mejorando los puntos fuertes y corrigiendo los defectos, siempre en oración!

¡Todo por Jesús nada sin María!

Libro: “Práctica de Caracterología Religiosa” (Luigi Maria Rossetti, OMI. Editora Voces Limitada. Petrópolis, RJ. 1965).

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