Hoy, la Iglesia celebra la memoria de San Tarcisio, Patróno de los Acólitos.
Tarcisio fue mártir de la Iglesia en los primeros siglos, víctima de la persecución del emperador Valeriano en Roma. Fue acólito del Papa Sixto II, sirviendo en el altar en los servicios secundarios, acompañando al Santo Papa en la celebración eucarística.
Durante el período de persecución, los cristianos fueron arrestados, procesados y condenados a muerte por el martirio. En las cárceles, querían recibir el consuelo final de la Eucaristía. El Papa Sixto II quería llevar el Pan Sagrado al grupo de mártires en espera de ejecución, pero no sabía cómo.
Fue entonces cuando Tarcisio le pidió al Santo Papa que lo dejara intentar, ya que no entregaría las hostias a ningún pagano. El Tenía doce años; el Papa Sixto II conmovido lo bendijo y le entregó una pequeña caja de plata con las hostias, Pero Tarcisio no logró llegar a la cárcel.
En el camino fue identificado y como se negó a decir y entregar lo que llevaba, lo mataron a tiros y a pedreados. Después de su muerte, lo registraron y no encontraron nada del Sacramento de Cristo. Su cuerpo fue recogido por un soldado cristiano que lo llevó a las catacumbas, donde fue enterrado.
Su cuerpo descansa en la Basílica de San Silvestre de Roma.
San Tarcisio, ¡ruega por nosotros!