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20 de enero – Día de San Sebastián

20/01/2022 . Formações

El santo de hoy nació en Narbona; los padres procedían de Milán, Italia, en el siglo III. San Sebastián desde muy joven fue muy generoso y entregado al servicio. Recibió la gracia del santo bautismo y la cuidó en relación con su vida y la de sus hermanos.

Cuando entró al servicio del Imperio como soldado, estaba muy sano del cuerpo, de la mente y sobre todo de la alma. No pasó mucho tiempo y se convirtió en el primer capitán de la guardia del Imperio. Este gran hombre de Dios se dio a conocer a muchos cristianos, pues porque sin que las autoridades lo supieran –en aquella época, en el Imperio de Diocleciano, la Iglesia y los cristianos eran severamente perseguidos– porque el emperador rendía culto a los dioses. Mientras que los cristianos no rendían culto a las cosas, sino a las tres Personas de la Santísima Trinidad.

Este misterio lo llevó a consolar a los cristianos encarcelados en secreto pero con mucha sabiduría; una evangelización eficaz a través del testimonio que no podía ser explícito.

San Sebastian se convirtió en defensor de la Iglesia como soldado, como capitán y también como apóstol de los confesores, de los detenidos. Fue también apóstol de los mártires, aquellos que confesaron a Jesús en todas las situaciones, renunciando a la propia vida. El corazón de San Sebastián tenía este deseo: convertirse en mártir. Y un apóstata lo denunció al Imperio y allí estaba, ante el Emperador que estaba muy decepcionado de él por sentirse traicionado. Pero este santo aclaró, muy sabiamente, ayudado por el Espíritu Santo, que lo mejor que hizo por el Imperio fue este servicio; denunciando el paganismo y la injusticia.

San Sebastián, defensor de la verdad en el amor apasionado de Dios. El emperador con el corazón cerrado, lo hizo encarcelar en un baúl y le dispararon muchas flechas hasta que lo creyeron muerto. Pero una mujer, la esposa de un mártir lo conoció, se acercó a él y se dio cuenta de que todavía estaba vivo por gracia. Ella atendió sus heridas. Al recuperar la salud después de un tiempo, se presentó nuevamente al Emperador, pues deseaba su bien y el de todo el Imperio. Evangelizó, testificó, pero esta vez, en el año 288 fue severamente martirizado.

 

Santa Luciana, una mujer piadosa en 287, lo enterró en una catacumba (cementerio clandestino). Nuestro patrón es mártir, testigo de la fe.

 

Sebastian fue un hombre que prefirió con gracia divina morir antes que traicionar el Evangelio. Eligió obedecer a Dios antes que a los hombres (cf. Hechos 5:29).

San Sebastián, ¡ruega por nosotros!

 

¡TODO POR JESÚS, NADA SIN MARÍA!

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